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«Cuando la muerte entra por la puerta, el amor sale por la ventana». Esta frase se la escuché a una madre que había perdido a su hijo en uno de esos mal llamados accidentes de tráfico, y después se separó de su marido.

¡Y son tantas y tantas las parejas que se rompen después de la pérdida de un hijo!

El dolor es tan grande, tan difícil de llevar, tan complicado de compartir, que muchas parejas se rompen en este trance.

También es cierto que algunas parejas que ya se habían roto antes del suceso, se vuelven a unir para compartir ese dolor, pero no es lo más habitual.

El dolor de cada uno es único. Nadie te lo va a quitar. Y cada uno lo va a manifestar de forma distinta. Por eso es tan importante, respetar al otro en sus manifestaciones y acciones, e intentar compartir, como hasta entonces se ha hecho con el resto de cosas que unen y separan a una pareja pero que se van superando día a día.

La pérdida de un hijo es un golpe mortal para los progenitores, por igual en el hombre que en la mujer, pero cada uno lo manifiesta de forma diferente.

La rabia, el odio, la pena, la angustia, la tristeza, la desesperación, son sentimientos humanos, perfectamente reconocibles y sentidos por todos los que hemos sufrido la pérdida de un hijo, y cada uno los irá sintiendo, manifestando o actuando sobre ellos de forma muy distinta. Y la depresión, como consecuencia, es comprensible y fácil de implantarse, pero siempre habrá una parte de la pareja que intentará salir de ella y ayudar a la otra. Esto no quiere decir que ese otro sienta el dolor de forma menor y por eso se sobrevenga, se sobreponga, que quería menos a la persona perdida. Creo que es solo un mecanismo de defensa de la vida, de la especie, porque la vida está llena de engaños para que no se acabe, para que perdure.

Siempre he dicho que si no hubiera sido por mi marido nos hubiéramos muerto de inanición porque yo dejé de cocinar. Él fue quien se encargó de comprar y cocinar. Él fue siempre quien intentó normalizar nuestra vida.

La mayoría de las veces, es el hombre el que quiere seguir con la vida, el que dice que ya no se puede hacer nada y hay que seguir adelante, por la propia pareja, por el resto de hijos. ¿Es bueno o malo? ¿Tiene que ser así? Pues nada es blanco o negro. Los cimientos más sólidos en cuanto a pensamiento, creencias, sentimientos, se viene abajo, se cambian, se pierden o se encuentran después de una tragedia como la que nos ha ocurrido.

También suelen ser los hombres los que quieren seguir con la vida sexual, algo inexplicable para muchas mujeres, pero algo entendible y explicable para los expertos. Algunas personas necesitan sentirse vivos, ante tanta muerte. Puede, incluso, que tengan mayor actividad sexual que anteriormente a esta desgracia. Es su forma de expresar el dolor y el miedo a la muerte. También ocurre ante problemas de enfermedad.

Y esa forma distinta de llevar el dolor, a veces, desune más que une: ¡Cómo puede querer comer, salir, reír, hace el amor!

Si logramos entender al otro, respetarlo, vivir nuestro dolor y no criticar el del otro, quizás podamos lograr sobrevivir al duelo y no perder más por el camino.

El dolor lo ensucia todo, hasta las relaciones más estables y duraderas. Porque el dolor es sucio, no es bueno, ¿a quién le enseñan a soportar o conllevar el dolor? Aunque la llegada a este mundo suponga nuestro inicio con el dolor, el primer hecho es que nos dan un azote, nadie se prepara para el dolor, sino para la felicidad.

Las mujeres debemos ser conscientes de las diferencias entre hombres y mujeres. Existen en todas las facetas de la vida, mal que nos pese. Y, por supuesto, no iba a ser distinto ante la muerte y el dolor. Pero los hombres tienen, también, que respetar esta diferencia de las mujeres. Recuerdo el comentario de un padre que hace muchos años perdió a su hijo en una moto, también era hijo único, en el entierro de su mujer: ¡Se tiró cinco años llorando y besando su fotografía! Pero lo que me conmocionó es que el comentario lo hacía de forma sarcástica, con asco.

Eso no puede ser, cada uno tiene que respetar el dolor del otro, por mucho que el dolor del otro le produzca más dolor a la otra parte. Porque muchas veces ese es el problema: No quiero que me ensucies con tu dolor. No quiero saber nada de dolor. No quiero sentir más dolor.

Y este tema, que se ha llevado a la pantalla muchas veces, ahora mismo, también se trata en una de las serie más larga de nuestra televisión pública: Amor en tiempos revueltos.

Como a los dos años de perder a mi hija también perdí mi trabajo, el que había tenido durante más de treinta años, me enganché a esta serie.

En la soledad de mi hogar, durante muchas horas, hasta que volvía mi marido de su trabajo, lloraba, escribía, lloraba, y comencé a entretenerme con esta serie que por aquella temporada trataba temas de unos pocos años anteriores a mi nacimiento. También,porque la canción de su sintonía tenía tantas cosas en común con todos los que tenemos que reinventarnos nuestra vida.

Este año, no sé si es su sexta temporada, uno de su personajes ha muerto atropellada por una moto, que estoy convencida se llegará a comprobar que fue la moto que el padre de la víctima no quiso rectificar porque le parecía que eso no debía hacerse porque podía poner en peligro la vida del conductor y la de los peatones. Un tema también de actualidad, muchos jóvenes se matan con sus pequeñas motos que han llevado a talleres que las rectifican y les ponen motores con más fuerza. Pues, la excusa de la muerte de esta protagonista está sirviendo para mostrar como sufre cada miembro de una familia, como lo expresa y los problemas que conlleva la pérdida de un hijo en una pareja.

Aunque algunos detalles son de ficción, hasta lo que llevan emitido está bastante bien reflejado el dolor de una familia y como lo enfrentan y resuelven cada uno de sus miembros. Como los episodios están en internet, os invito a verlos si os apetece, porque en este caso, es la madre la que quiere seguir con la vida, a pesar de su dolor.

Cada uno necesita un tiempo para hacer su duelo y nadie puede decir cuánto tiempo es el necesario. Cada uno se agarrará a una forma distinta de sobrevivir. Cada uno sentirá su dolor de forma distinta, porque el dolor, como todo en este mundo, tiene diversas caras. Pero nadie puede decirle a otro cuando se ha terminado el dolor, como antiguamente se les decía a los niños, después de darles una bofetada: se acabó de llorar, no llores. O los niños no lloran.

El dolor compartido no es menor pero es más llevadero, fue una frase que se me ocurrió en nuestra primera reunión de Madres sin hijos, porque es lo que creo y pienso. Y ese es el mensaje que envío a las parejas.

Todas las parejas tenemos y hemos tenido problemas. ¿Quién no? ¿No discutes con el vecino, con el compañero de trabajo, con el amigo rival de equipo de futbol, con tus padres, con tus hermanos, con tus hijos? Con la muerte de un hijo surgen nuevos problemas, pero el dolor no es motivo para romper una pareja. Si no lo has hecho antes no tomes como excusa este motivo para justificarte. Quizás sea el momento para renovar tu amor. Amor a la vida. El amor que te dejó tu hijo.

Despertar con la luz de la mañana

y renovar otro día mas la fuerza

para amar, en tiempos revueltos

Descubrir sin quererlo así lo frágil que es vivir

decidiendo a cada paso un porvenir

de futuro incierto

No es sencillo avanzar olvidando lo vivido

cuando tanto se ha dado por perdido

y el camino es volver a comenzar

Le canto al viento por todo el que venció su desaliento

le canto al mar por todo aquel que tuvo que olvidar

para empezar

Versión de Nuria Fergó (a la que decían se parecía mi hija)

 

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.

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Cada vez conozco o tengo referencias de más víctimas de atropellos en pasos de cebra. Esas víctimas menos conocidas porque no se producen en una carretera y van en otro macabro computo y que en los últimos años cada vez son más numerosas.

Cuando me encuentro a la espera para poder acompañar a una reunión a una víctima: una madre que perdió a su niñito en un paso de cebra delante de la guardería, me entero del atropello de un niño de 13 años, de mi tierra, en otro paso de cebra.

Las víctimas por atropello son las única que no han descendido, cada año se producen unas 200 víctimas, y son las protagonistas en los nuevos planes de Seguridad Vial para el próximo decenio pero, mientras tantos, los ancianos, los niños y los ciclistas, siguen siendo los más vulnerables en los accidentes de tráfico de las zonas urbanas.

Anoche, cuando me enteré de este nuevo atropello, que me afectó mucho, recordé que tenía pendiente la escritura de este post, pero no sabía cómo enfrentarlo porque cada día me cuesta más compartir más dolor, y cada día tengo menos palabras para reflexionar sobre estos casos.

A veces, pienso que los pasos de cebra son solo verdaderas ratoneras que producen accidentes, porque a diferencia de los semáforos, que dan más seguridad y son pocos los que no los respetan, que también los hay, los pasos de peatones no los respeta nadie. Ya pueden estar elevados, pintados, señalizados, ¿quién no se los pasa o se los ha pasado? Con el consiguiente peligro para el peatón que somos todos, porque ante todo somos peatones.

(Un mal ejemplo de paso de cebra en La Manga, zona de Ayuntamiento de San Javier. Murcia)

El mismo miedo me producen esos semáforos en ámbar, que el luminoso indicativo de quién tiene el paso está de forma que el conductor no lo ve y el peatón sí. Sé que están puestos así para que el conductor tenga que detenerse pero eso díselo tú a todos los conductores.

No me fío de los pasos de cebra. No me gustan. No me producen seguridad. Entiendo que la solución no es quitarlos pero siguen siendo muy peligrosos y no es la primera vez me he visto en peligro.

Los conductores seguimos marchando a más velocidad de la que indican las señales de las calles, la verdad es que a 30 casi se va más deprisa andando, y aún así, se sigue atropellando, porque no es solo la velocidad lo que mata sino la falta de educación, sensibilidad, generosidad y respeto hacia el resto de las personas. A treinta seguimos sin ver a nuestro prójimo, claro que te da más tiempo de parar, pero es que a13 Km. por hora el golpe que recibes es también mortal.

¿Cuál es la solución? Muy complicada mientras que no cambiemos de mentalidad y actitud: menos coches, más educación, menos prisas, más amor a la vida.

Mi solidaridad para esos nuevos padres que engrosan la lista de madres y madres sin hijos. Mi abrazo para la hermana de mi amiga que fue testigo de este nuevo atropello y lo está pasando fatal. Mi frase más repetida y que cada día me cuesta más pronunciar: Vuestro dolor es también el mío porque, antes, ya fui yo.

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.

 

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Lazo de las víctimas de accidentes de tráfico. Color Naranja. Color de energía. La que nos dejan nuestros seres queridos para luchar para disminuir las víctimas

Lazo víctimas accidentes de tráfico

En el año 2005, la Asamblea General de las Naciones Unidas, insto a los gobiernos de los países a declarar el tercer domingo de Noviembre como el día de las víctimas de accidentes de tráfico.

Y desde ese fatídico año, que coincide con la pérdida de mi hija, cada año he trabajado para hacer visible ese día.

El primer año también coincidió con el 20-N y cuando me dirigía al Parque del Retiro pensaba que me iba a encontrar con una manifestación impresionante. Incluso según iba llegando veía mucho movimiento de personas. ¡Qué ilusa! Venía de ver el paso de las ovejitas por la cañada real que transcurre por la misma calle Alcalá.

Desde ese año, hemos ido aumentado el número de víctimas que allí nos reuníamos y nuestra voz se hacia oir cada año más. Y, puesto que es un día de mucho dolor, cada año me decía que era el último en el que estaría, pero cada año hay una nueva madre empujando, transmitiéndonos fuerzas a los que ya estamos cansados, haciéndonos crear cosas nuevas.

Pero este año, el día de nuestras víctimas coincide con las elecciones generales y nuestro evento ha tenido que esperar. Pero aunque las celebraciones sean otro día, mañana, tercer domingo de Noviembre, es «el día de las víctimas.

Creo que este año ya vamos por más de 1.300 muertos, y hoy mismo, dos nuevos jóvenes han alargado esa lista de «madres sin hijos». Y tres personas más. Y no hablemos de los heridos que se cuentan por miles.

Este día que tendría que ir hacia su extinción, este es mi septimo año, no tiene fin, porque, por mucho que disminuyan las víctimas, siguen siendo muchas.

Yo quiero retirarme. No quiero hacer más cruces. No quiero hacer más corazones. No quiero pegar más fotos. No quiero recordar más aniversarios. No quiero abrazar a más madres y decirles, sé lo que sientes. Pero, ¿cómo abandonarles? ¿Cómo no seguir gritando que necesitamos mucho más de los políticos, de la sociedad, de la justicia, de las instituciones?

Y de la educación, esa que hoy está tan en boca y que es, quizás, lo primordial para crear futuros conductores concienciados.

Llevo siete años escribiendo de este día y ya estoy cansada, muy cansada, pero no puedo tirar la toalla, aunque debería.

Definición de Accidente: Lo que puede aparecer o desaparecer, sin destrucción del sujeto.(Definición del diccionario de la Lengua Española)

Resulta que, en lo que llamamos accidentes de tráfico siempre hay destrucción del sujeto. Ayudanos a que tras la palabra «Accidente», no se esconda la violencia vial. Ayudanos a conseguir lo siguiente:

•Mejor y Mayor Educación. En especial para los niños y jóvenes, futuros conductores.

•Concienciar a la sociedad sobre las  muertes por los “mal llamados accidentes de tráfico”, así como la mala influencia ejercida en los jóvenes por la publicidad de la velocidad, a través de las carreras.

 •Encontrar y proponer soluciones para evitar las muertes por deficientes infraestructuras viarias, así como fomentar un mejor transporte público.

•Favorecer una convivencia sin violencia vial e intentar apartar de la carretera a los que la practican

 •Apoyar y ayudar a las víctimas de la movilidad vial en los momentos más difíciles.

 •Exigir la aplicación de unas leyes justas, encaminadas a disminuir los actos de violencia vial.

. Orientar legalmente a los afectados por la muerte en la carretera.

. Colaborar en la reeducación de los que han cometido errores que podrían haber puesto en peligro la vida de los demás.

 •Favorecer y cooperar en la unión de las diversas asociaciones de víctimas, para juntas, presionar a las autoridades y encontrar soluciones que eviten esta lacra de muertes.

 •Fomentar la “Vida en la Carretera”, en lugar de la muerte.

(Sacado del Decálogo de «Vida en la Carretera». Asociación de afectados por la violencia vial).

Porque todos deberíamos estar comprometidos en esta lucha.

Mi solidaridad para con esas nuevas familias que pasan a ser nuevos participantes en el día de las víctimas. Vuestro dolor es también el mío, porque, antes, ya fui yo.

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.

(Son muchos los que me faltan)

(Víctimas de tránsito)

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Antes se llamaban fiestas ilegales, ahora se llaman “raves”, y con la muerte de dos jóvenes y otro muy  grave, el pasado fin de semana, ha salido a la luz algo más que hacen nuestros jóvenes para divertirse, quitándose la vida.

Todos los medios de comunicación se hacen eco de estas dos nuevas muertes por consumo de drogas (alcohol, drogas,estramonio, etc.), en una fiesta de esas. Pero no he encontrado la noticia de la muerte de otros dos jóvenes, hace tres o cuatro años, cuando salían igualmente de una de estas fiestas celebrada en la misma finca, “La Aldehuela”, en Perales del Rio, o más conocido como “El monasterio de Getafe”, en un accidente de tráfico en la entrada de la M-30.

foto de Juan Diego Quesada. El País.

Porque estas “raves”, como se les llama ahora y que no son otra cosa que fiestas fueras de una discoteca, en edificios abandonados,  con música practicada por un dj desconocido, y donde se consume alcohol,  cocaína, éxtasis, etc., son lugares inmundos, alejados de poblaciones, a donde se llega andando a través del campo y en otras en coche, más tarde,  después de estas concentraciones y del consumo de toda clase de guarrerías, se vuelve a salir en coche.

(Planta de Estramonio)

Si no mueren, poco a poco,  por lo que se toman por la boca, morirán volando en un coche o lo que es peor, matarán a otros que no tienen ninguna culpa.

Pero cosas como éstas que acaban de suceder y cambiarán la vida a dos nuevas madres sin hijos, llevan ocurriendo 8 años, en este paraje, en este lugar, y no se hace nada.

¿Cómo se puede permitir que estas cosas sigan ocurriendo?

Los padres porque no se enteran; las autoridades porque no pueden hacer más que abortar algunas de estas fiestas cuando vigilan, o ir recogiendo los cadáveres una vez realizadas; los políticos porque no se ponen de acuerdo nada más que para el “y tú más”, y el resto de sociedad porque nos quejamos, criticamos, lloramos, pero no nos implicamos en cambiar a los jóvenes.

Foto Luis Sevillanol.s. El País.

No solo hay que buscar a la persona que preparó el líquido que durante la fiesta se  repartió, como están diciendo los medios de comunicación. Hay que buscar a los responsables de que este lugar albergue fiestas de este tipo, ésta y todas las que se celebran en otros lugares, incluso más cercanos a la ciudad. Y a los que criamos y educamos jóvenes que algo de culpa debemos tener.

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, que murió por la acción de un conductor borracho.

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He ido y vuelto a Valencia a 110. He visto todos los discos de limitación de velocidad con esa nueva numeración. He visto coches entre largas colas de camiones porque no se atrevían a adelantar por no rebasar esa velocidad. He visto como otros coches nos adelantaban a los que íbamos a 110. Hemos tenido que ir frenando para no acercarnos demasiado al coche que nos precedía.

No estamos preparados para ir a 110.

Y lo digo porque, aunque defienda que a menor velocidad más posibilidad de supervivencia, antes de esta rebaja de velocidad hay que hacer otras muchas cosas.

Hemos pasado «de cero a cien en un segundo», «de porque yo lo valgo», «yo puedo, y el que no pueda que trabaje y compita con el resto», de pensar que ser solidario es solo pertenecer o colaborar con una ONG que tenga su actividad en el tercer mundo, a que «si tu puedes, España no», también, en un segundo, y eso es imposible.

Hacen falta muchos años para convencer de que el coche no es lo más importante y que el transporte público es y debe ser un bien común y social del que todos nos beneficiemos, económicamente y en salud. Pero como convencer de esto si la realidad se impone.

Hace falta mucho tiempo para cambiar la idea de que Valencia está a dos horas de coche si ahora se tarda más, aunque merezca la pena contemplar el paisaje. Y es imposible sustituir por el AVE porque no habría AVE para todos, ni todos se pueden permitir pagar el AVE si cuando viajan son toda una familia.

Nos falta mucha educación, concienciación, solidaridad, responsabilidad  e infraestructuras para ponernos todos a 110. Mientras tanto, unos se desesperarán en las carreteras y otros seguirán pasándote como si fueran un rayo. La gasolina seguirá encareciéndose y pocos notarán el ahorro, aunque España puede que sí. Algunos pueden que salven su vida, aunque otros morirán aún a velocidad menor. Pasados unos meses esto pasará y se seguirá pidiendo un aumento de velocidad, como ya existían muchas voces. Y seguiremos con las mismas prisas.

Porque el «110» de hoy solo tiene una base económica, no educadora, ni de concienciación y la enseñanza y la educación se comienza desde niño y con el ejemplo del padre, y, ni somos niños fáciles de cambiar, ni nuestros padres (y me refiero a los actuales y los futuros) nos dan buen ejemplo.

A pesar de que hemos tardado mucho más, mereció la pena, especialmente por conocer a otras madres y padres que también perdieron a sus hijas por esa falta de educación que es «beber y conducir». Algo para lo que tendrá que pasar, también, mucho tiempo.

Un beso, Lydia, madre de Carolina y Sari, madre de Mar, muertas en por la acción de un conductor con alcohol en 2002.

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.

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(¡Ay, ese papel plata! Estado del coche de Helena después del mal llamado accidente)

El ministerio piensa aprobar la conducción acompañada a los dieciséis. La DGT piensa que la edad ideal son diecisiete y yo pienso una palabra muy fea.

Los bebés ya no llevan aquellas ropitas destinada a esa época de la vida, ahora van vestidos de hombres y mujeres pero en pequeñito. Y no voy a negar que resulte agradable a la vista y gracioso. Los niños con seis años tienen su propio teléfono móvil. Con pocos años más y algunos con menos, los niños tienen su ordenador portátil, su tele en su habitación, su cuenta de correo, algunos su perfil en alguna red social sin tener edad para ello. Con catorce años comienzan a pedir la moto. Y comenzarán por un ciclomotor aparente para su edad y alguno ya se encargará de, en cuanto pueda, esa pequeña moto que consiguió llevarla a un taller para que la modifiquen y puedan correr más. Algo que si está prohibido por qué se hace.

Después, antes de los dieciocho, comienzan con las clases para el carnet de coche. No hay que perder tiempo, en cuanto tengan dieciocho a examen.

Y a partir de ahí, el coche de mamá, me compras un coche, quiero coche, necesito un coche, dinero para gasolina, el seguro…

Después llegan los veinte, veinticinco, treinta, treinta y cinco y ese joven, que ya no lo es sigue viviendo con los padres porque estamos en crisis y no hay trabajo, no hay dinero, no pueden conseguir un piso. Pero son casi adultos desde que nacen.

¡Pero qué invento es éste! Que diría mi famosa paisana.

No. No estoy de acuerdo.

En las películas americanas queda muy bien: ese niño que conduce con pocos años y saca a su familia de un apuro llevando el coche.  Pero las películas son ficción y la realidad es, a veces, mucho más dura que la ficción.

Mi propia hija tenía compañeros que con dieciséis años, sin aún tener carnet y faltando mucho para poder tenerlo, sus padres ya les habían regalado un coche. Supongo que sería porque les querían más que los demás padres queremos a nuestros hijos o porque les venía bien poner el coche a nombre del hijo, aunque no sé ni si eso se puede hacer.

Quizás ahora, también,  haya que rebajar la mayoría  de edad. También la edad para beber alcohol, aunque como eso solo sirve para que los bares tengan un cartelito que lo diga y no puedan venderlo pero sí la tienda de la esquina, no tiene ninguna importancia. Y quién sabe cuántas otras cosas y otras edades.

Correr, correr, correr… en todo. Ya no hay infancia, ni adolescencia, ni juventud, ni adulto o viejo. Todo se confunde, todo se traspasa. Ya no hay un tiempo para cada cosa y que normalmente corra  su transcurso natural. Ahora todo es forzado y cuanto antes, mejor.

Por supuesto que estoy de acuerdo con la conducción acompañada, pero a los dieciocho. Que durante los seis primeros meses o un año después de tener el carnet, en vez de llevar un disco de 80, por cierto creo que tampoco hace falta ya, se fuera acompañado de un adulto.

Eso sí que es querer a un hijo. Aunque para muchos padres crean que lo es comprar el coche más potente del mercado, el que más velocidad alcance y dejarle solo para que se dé la bofetada en la primera curva que encuentre, acompañado  de dos o tres amigos.

Pues nada, adelantemos unos añitos más la muerte y acabemos con la crisis.

“Los jóvenes no piensan morirse pero se matan”. Una de mis frases.

(No todas las víctimas estamos de acuerdo con la conducción acompañada a los dieciséis)

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor borracho. Tenía solo 20 años y aunque ella no tuvo la culpa, sólo disfruté de su compañía veinte años.

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Los agentes de tráfico vuelven al trabajo, los bolis a los talonarios de multas y el número de muertos en carretera vuelve a su tendencia a la baja. Esta parece la conclusión después de que la festividad de la Virgen de Agosto terminara con menor número de muertos en las carreteras que el año pasado.

La DGT aprovecha para relacionar el fin de la huelga con la vuelta a cifras que continúan disminuyendo y no como en el mes de Julio que habían subido considerablemente.

¿Casualidad? ¿Realidad? De todo un poco, pero sea verdad o no, manda narices que los familiares de las nuevas víctimas tengan que recordar que sus seres queridos se quedaron en el asfalto porque la guardia civil de tráfico decidió hacer una huelga.

Pero es aún peor pensar que nuestra seguridad vial depende sólo de las sanciones. ¡Qué vergüenza!

¿Necesitamos un agente tras cada uno de nosotros para no poner en peligro nuestra vida y la de los demás? Siento admitirlo pero, en gran manera, es así.

Ya he comentado en alguna ocasión que mi marido dice que, conmigo,  en el asiento del copiloto lleva a toda la DGT y la guardia civil de tráfico sentada a su lado. No estaría mal que cada copiloto se volviera un poco ese «Pepito grillo», la voz de la conciencia, voluntario de la DGT, o como queráis llamarlo, con el fin de evitar accidentes.

Porque todos somos culpables y afectados. Porque los muertos no deberían depender de los agentes que hay multando. Porque los límites, además de los existentes en las carreteras puestos por la DGT, debemos ponerlos todos. Y hasta que no sea necesario prohibir porque esta sociedad es madura y no lo necesita, cada uno podemos ser un agente.

Un agente de seguridad vial.

La remuneración no será alta, pero las condiciones de trabajo las mejores: Salvar vidas.

¿Quién se apunta? Yo llevo ejerciendo desde hace ya muchos años.

Educar, concienciar, compartir.

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.

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Hoy, en las alertas de accidentes de tráfico que he recibido encontraba la noticia de “Siniestro mortal en la carretera de Alba (Pelabravo)”. Hasta aquí todo parecía un accidente más, aunque ya sabéis que yo no creo mucho en los accidentes, sino en los mal llamados accidentes, pues la mayoría son evitables.

Pero la noticia seguía con: Un hombre causa un altercado, se lanza a la carretera y origina un accidente mortal. El vehículo del joven de 31 años colisionó frontalmente contra otro turismo conducido por un hombre de 78 años que perdió la vida. 

 

¡Hay que joderse!

 

La noticia está llena de datos de una muerte anunciada y lo que no llego a comprender es cómo después de que este chico diese tantas señales de querer llamar la atención, de estar loco en ese momento, cómo no se le pudo detener para evitar esta otra muerte.

 

Enseguida he recordado la viñeta de hace unos días de El Roto en El País.

 

Enseguida he recordado la viñeta de hace unos días de El Roto en El País.

Recuerdo que en una ocasión, en nuestro anterior domicilio, en la urbanización de al lado había un joven con algún tipo de trastorno mental. De vez cuando se oían voces impresionantes, y golpes de puertas o muebles. A veces, se le entendía algo así como “cualquier día me tiro, me tiro, oyes…” Una noche, algún vecino que llevaba años aguantando estos incidentes, se asomó a la terraza y grito: “Tírate de una vez ya”.

Las enfermedades mentales son duramente sufridas por los familiares de los que la padecen, la sanidad en este sentido cada día está peor, y muchos de los accidentes de tráficos son producidos por personas en este estado o por el consumo de medicación o drogas que afecta a la conducción. Pero, lamentablemente, son muchos los inocentes que pagan con sus vidas, el poco aprecio que otros tienen por la propia.

Cada día me parece más sabio El Roto.

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, que murió por el alcohol que otro tomó.

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